Si por una afortunada casualidad, pasan por delante del Palacio de los Reyes de Estella-Lizarra, ejemplar único de palacio románico, podrán observar esculpida en uno de los capiteles que adornan su fachada, la Leyenda de Roldán y Ferragut, que a continuación les voy a contar:
En aquel tiempo en que Carlomagno, rey de los
francos, vivía el esplendor de su imperio rodeado por la aureola heroica
de sus doce pares, ocurrió que un gigante musulmán de origen sirio,
descendiente de la estirpe de Goliat, osó desafiar a cada uno de los doce soldados.
Primero venció al gran Ogier, a Reginaldo de Montalbán después, y
así, uno a uno, hasta que sólo quedó el valeroso Roldán. Y aunque el
emperador no había querido arriesgarlo en tal empresa, éste acudió al
desafío, que tradicionalmente se celebraba en la ciudad de Nájera.
Según contaban las malas lenguas, parecía que Roldán pudiera ser
sobrino, o tal vez hijo de los amores incestuosos de Carlomagno y su
hermana.
Los combates de Roldán y Ferragut fueron terribles, pero tan
equilibrados que, finalmente, hubo de decretarse una tregua al no
producirse ningún claro vencedor. Durante la tregua, el paladín
cristiano y el campeón islamita intimaron, y Ferragut, ingenuo y
confiado, confesó a su nuevo amigo el secreto de su poder: sólo un punto
de su cuerpo era vulnerable, el ombligo.
Al día siguiente durante
la comida, Roldán provocó una discusión sobre la verdad y el error de
sus dos religiones, entonces enemigas declaradas, que subió de tono
hasta tal punto que ambos decidieron resolverlo con una ordalía, es
decir, un juicio de Dios en el palenque.
Como no podía ser de otra
manera, en el primer encuentro del combate Roldán hundió la punta de su
lanza en el punto débil que el propio gigante le había revelado, el
ombligo. Y fue así como el fiero y cándido Ferragut cayó herido de
muerte.
Desde entonces hasta ahora, muchos varones de Nájera han
sido bautizados con el metálico nombre de aquel gigante legendario:
Ferragut.
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